viernes, 11 de septiembre de 2015

PIEDRAS (I)




Duomo, Milán




Septiembre lleva ya unos días por aquí y también yo prometí volver en septiembre.
Por fin he terminado mi máster —¡puf!, y contenta—, estoy a punto de hacer lo mismo con el otro curso —menudo año...—, y me ha cundido hasta para darme una vuelta por el norte de Italia y ver piedras, muchas piedras. En calles, pavimentos, esculturas, columnas, castillos, iglesias, catedrales. Asombrándome con todas ellas. Creo que caminamos así: de belleza minúscula en belleza minúscula, en busca de la belleza mayúscula.


Hay algo que me fascina de la vida humana y son las paradojas y contradicciones que contiene. 

Me explico: voy caminando entre edificios que rezuman historia y veo "eso" que asoma al fondo. Y me quedo boquiabierta; y no puede ser de otra manera... Entrar en una catedral, en este caso el Duomo de Milán, salvo que seas devoto convencional y no quieras preguntarte nada —por amenaza de anatema—, te mantiene entre incrédulo e inquisitivo durante el tiempo que dura la visita. Y aún después. 

¿Cómo pudo haberse construido algo así, tan incomparablemente hermoso, de no haber habido hambre de lo sublime, temor y hasta terror de lo sobrehumano, sentimientos de culpa, ingenuidad, anhelo de gloria terrenal, de infinitud, abuso y sometimiento de iguales, y todo ello al mismo tiempo? Es de una belleza suprema, tanto por lo grandioso del conjunto como por lo laborioso de cada pequeño detalle.


   



Me pregunto qué cotas de sensibilidad artístico-estética que presupondrían haber dejado las miserias de la supervivencia muy atrás, nos habrían hecho falta para levantar obras de tal calibre en una sociedad igualitaria y profana; en qué términos se concretaría un modo de ser que, profano y todo, estuviera basado en valores y en proyectos extraordinarios de vida humana. No tiene fácil respuesta. Una altura que solo algunas almas grandes han logrado. 

No sé por qué, pero la contemplación de estos gigantes de piedra me permite hacer algún modo de alquimia con el pasado, rehabilitarlo, redimirlo. Quizá porque veo su cara y su envés. Y las paradojas que nos siguen asistiendo. 


"Eso", al fondo. 


Lo que ha salido de la inteligencia creadora del ser humano —como la llamaría Jose Antonio Marina— rebasa con frecuencia la mera humanidad. En este tipo de construcciones hay algo que la estricta mirada física no capta: todo eso que evocan. 

Continuaremos hablando de piedras.




12 comentarios:

  1. Belleza de piedras infinitas, llenas de palabras, pasos y manos. Llenas de humanidad y miradas divinas.

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    1. ¡Ay... si hablaran del modo común que entendemos los humanos! Hermosas palabras para hermosas piedras, Marieta. Un abrazo.

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  3. Son las únicas que lo saben todo...
    ¡Muy bonito texto, querida Marian!

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  5. Gracias, Matilde, linda. Te echo de menos...

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  6. Por alguna de esas razones que se me escapa, los comentarios salen por duplicado. Maravillas de la técnica, que está que lo tira... La técnica es otro misterio insondable.

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  7. Buenas, como bien dices, incomparablemente hermoso, buen dia.
    un bso

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