Sola, con mis diosas, creyendo de verdad que me asisten y me arropan.
Creyendo, de verdad, que esperan lo mejor de mí. Que no puedo y no quiero defraudarlas porque si lo hiciera, me defraudaría a mí misma, y entonces, ellas, con su sabiduría de magas seculares, se escabullirían a sembrar inquietudes en otras. Y no por despecho, que es cosa de humanos, sino porque así son ellas de respetuosas.
No me amenazan. Me cuidan. Digo sí y están. Digo no y se van; donde otra que las quiera y las entienda.
No les importa el resultado; lo que quieren es que lo haga. No que lo intente. Que lo haga. Que eche el resto. Que vaya hasta el final.
Desde su punto de vista no cometo errores, al contrario: creen que cada paso que doy es un modo de acercarme un poco más a mis objetivos. No me juzgan. Los juicios de valor son solo míos.
Avanzar y apreciar cada paso que doy. |
De primeras, puede que no lo parezca y puede que parezca a veces que yerro el tiro, pero así de caprichoso es el camino. Es el modo en que lo oscuro me conduce a lo luminoso.
Y cuando me pasan cosas que me disgustan, recorro el camino inverso. Ellas me señalan por dónde ir hacia adentro, hacia el único lugar en el que es posible la reparación. Me señalan el camino de vuelta a casa.
Ahí es donde puedo parar. Primero, parar. Después, re-conectarme, re-cordar (magnífico verbo que implica "volver a pasar por el corazón"). Re-cordar que la vida es un aprendizaje constante, con exámenes constantes y con materias que a veces llevo preparadas y otras, no.
Y re-cordar que no tengo que agradar a quienes no comparten mis valores. Ni tengo que agradar todo el tiempo a quienes incluso los comparten. A veces, me equivoco; a veces, se equivocan ellos. Y qué, si puedo amarlos a pesar de todo. Eso me importa; es, en realidad, uno de mis valores máximos.
A fin de cuentas es lo que queremos, lo reconozcamos o no: amar y que nos amen. A pesar de no ser las más guapas, las más listas o las más exitosas.
Los ojos del amor son los ojos de mis diosas. Me los ceden para que mi mirada tome altura. Entonces todo depende de mí.
Yo escojo cómo quiero ver las cosas, con independencia de cómo son. Yo escojo qué me digo con independencia de lo que me pasa. |
Y si el sistema de valores sociales no me ayuda, lo cambio por otro que sí lo haga y, a sugerencia suya —de mis diosas—, construyo el mío propio.
Ser feliz con lo que hago. Por y para todo aquello que me hace sonreír. Les hace feliz que sonría, tan lindas. Solo de eso se trataba.
Momentos así son los que marcan el ritmo de mi vida. |