martes, 25 de noviembre de 2014


 ... "A CASA" DE JOSÉ SARAMAGO (1ª parte)

En 1991, a raíz de la publicación de su Evangelio según Jesucristo y la supuesta "ofensa a los católicos portugueses", el gobierno veta a José Saramago en la presentación al Premio Literario Europeo. Como acto de protesta marcha a vivir a Lanzarote, la isla a la que acaba llamando "felicidad".


Una imagen de Saramago recibe a los visitantes
Su silla en el jardín, a la vera de un Ficus Benjamina





Ahora, en 2014, un 16 de noviembre en que hubiera cumplido 92 años, tengo la oportunidad de visitar su casa, agradecida porque el azar me haya brindado este simpático gesto.

 
Desde el jardín, vista de la casa de Tías, en Lanzarote

José Saramago tenía debilidad por lo que él denominaba "gente buena". A quien llamara a su puerta le invitaba a entrar y le ofrecía una taza de café. Resulta irónico que definiéndose como pesimista ("Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay" aunque irónicamente afirmara también "yo no soy pesimista, es el mundo el que es pésimo") o quizá por esa misma razón (¿se le podría llamar optipesimista?), le quedase no sólo energía sino entusiasmo suficiente para defender a los pobres de la tierra, los sometidos, los maniatados por las distintas formas de opresión: poder, guerra, hambre o supersticiones. 



El texto dice: "Todos somos pobres sin Jose  Saramago". La imagen da cuenta de la visita del escritor a la activista saharahui durante su huelga de hambre. En una carta que le envió el 23-11-2009, le escribía: "Sin Aminatu todos seríamos más pobres"

Quizá porque los reconocía como parte de sí mismo, hijo de campesinos sin tierra. Al dejar la escuela para ponerse a trabajar forzado por las penurias económicas de la familia, encontraría en la Biblioteca Municipal una aliada imprescindible en su formación autodidacta. 

Saramago fue un resistente, un filósofo, un pensador inteligente, apasionado, coherente, que se preguntaba por qué hay gente crítica y gente que no lo es, por qué lo nuevo por el mero hecho de ser nuevo es valor para determinadas personas frente a lo viejo "porque sí", sin mayor reflexión ni mejor argumentación. A lo viejo, algunos lo sabemos, no se le trata con el respeto que merece.

Un cuadro del pintor mallorquín Joan Miquel Ramírez con los colores de Lanzarote
Su despacho

Pero como este espacio es para transitar cauces que tengan como eje la decoración, vuelvo a su casa, a ese café amable que ofrece, la casa luminosa y pródiga en cuidados, construida desde un interior bello y amoroso como era el suyo, nutrida por todo lo que amaba. "Una casa hecha de libros, de palabras", como le gustaba decir a él.




En su biblioteca reposan autores como Jorge de Montemayor, Gil Vicente, Sartre, Pessoa o Proust. Cientos de libros ordenados con meticulosidad
y rigurosamente etiquetados.

Acceso a la biblioteca
La mariposa Art Nouveau custodia un libro antiguo

En la foto inferior, al fondo, a la derecha, una sección dedicada exclusivamente a las mujeres como reivindicación de lo que sus pares, los hombres, no supieron hacer.

Una alfombra con grandes cuadros de colores en la zona de lectura de la biblioteca

El salón: otro lugar donde reunirse con amigos, donde sentirse a cobijo, leer, compartir tertulias y sobremesas.
 
Pintura inspirada en la obra Memorial del convento de la serie que realizó el portugués Santa-Bárbara. Queda incluido en ella el propio Saramago, ataviado según los cánones europeos del siglo XX y junto a Baltasar y Blimunda, dos de los protagonistas de la obra literaria. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

PIEL DE CAMUFLAJE

Lo menos que se le puede pedir a un mueble es que sirva al propósito para el que se concibió, bien sea almacenar enseres, albergar libros o exhibir objetos preciados. En realidad, es su sentido más básico. No obstante, más allá de este fin, un mueble debería añadir a la casa dignidad y, cómo no, belleza. Un mueble no debería ser indiferente a ella. 

Se podrá decir que las personas, efectivamente, compran los muebles bajo esta premisa, pero hay un aspecto de la funcionalidad que no siempre se toma en cuenta y que es justamente esa intención estética de la que hablo, ese sentido de idoneidad o de contribución al embellecimiento del conjunto, del lugar al que ha de pertenecer.

¿La pieza es exclusiva? ¿Interesa que quede destacada o, por el contrario, que pase desapercibida?




Podríamos decir que son este tipo de decisiones las que escriben el carácter de la casa y, más aún, las que describen el modo de ser de sus propietarios. De alguna manera, lo que quizá estos no se atreverían a revelar de sí mismos, la casa lo cuenta. En ella acaba tomando forma la obra que cada uno busca representar. Sería bueno que algo de tal calibre ni se improvisase ni fuese dejado al azar.

Las imágenes muestran soluciones vestidas casi en su totalidad con el color de la pared. El resultado es un "continuum" que resta peso al conjunto. 




Un guiño a la madera conecta mueble y pavimento y evita una ligereza extrema.

Incluso se ha huido del tópico de que los libros han de permanecer a la vista; no necesariamente, sobre todo, si se persigue ligereza como es el caso. Se han seleccionado a conciencia los ejemplares a mostrar y los que se desean ocultar de la vista.


Imagen tomada de Internet



 


Hay casas que se muestran llenas, abigarradas. Otras, en cambio, encuentran una especie de calma casi estoica en la elección de unos pocos muebles que pasan desapercibidos. Creo que no se trata de impedir u obligar nada sino de valorar de modo distinto cada enfoque y crear las condiciones para que uno y otro tratamiento se desarrollen de manera adecuada.