viernes, 26 de junio de 2015

CUADROS Y PAREDES: PIEL CON PIEL


Interesantes efectos de color.


Y no solo cuadros... aunque se mantiene la 
consonancia cromática.

Pocas cosas resultan exitosas si no les precede una cierta reflexión, y la tarea de colocar cuadros no iba a ser distinta.


A veces, un solo cuadro es suficiente, pero  si no tiene sentido, si no gusta, mejor no colocar nada. Mejor una pared desnuda que violentarla con algo "porque no teníamos otra cosa y eso, total, no quedaba mal; me lo trajo mi cuñada de sus vacaciones en...". Seguro que para tu cuñada era bueno, pero importa que lo sea también para ti y que esa pared gane con él puesto. Lo ideal: dejarse de presiones y colocar lo que uno verdaderamente quiere.




Fantasía de colores y formas


¿Y cómo sería la práctica?

Si tienen el mismo formato y se han enmarcado todos por igual —o por el contrario, ninguno lleva marco—, la tarea es más o menos sencilla. A mí me funciona imaginar qué geometría quiero crear. Para ello, un primer paso es medir el tramo de pared a ocupar. 


Segundo, aplicar esa medida a un montaje en el suelo, buscando hacer líneas rectas que progresen de unos a otros. 



Distinto formato e igual marco



Pero se complica cuando cada elemento es de su padre y de su madre y no coinciden temas, marcos ni, por supuesto, tamaños. No tengo fotos que ilustren el caso, pero os daré algunas pistas:


Imprescindible juntar solo los que tengan algo común, que bien puede ser la temática, las tonalidades... Mejor no arriesgarse cuando son dispares por completo. En tal caso, buscar otros paños de pared o reservarlos para mejor ocasión; nunca colocarlos porque no queda otra. Si hay consonancia de tonos —cálidos, medios o fríos—, se pueden reunir y habrá armonía aun cuando los marcos sean distintos.


He preparado unos bocetos pueden servir de orientación. Buscad siempre formar líneas rectas con vuestras composiciones para evitar el desorden. 

























Por descontado: no tienen por qué ser solo cuadros lo que haga migas con la pared. Lo veíamos en una foto más arriba: puertas, tejas, aperos y hasta una pilastra hacen un efecto de "deslocalización" tras haber perdido su uso original. Aunque la foto no pertenece a un domicilio sino a un local público, no importa. Tampoco todas las casas son tan previsibles ni tan convencionales y, en cualquier caso, quien las habita puede no serlo, así que ¡ánimo con las apuestas!


Una vieja puerta rescatada 
para una función insólita.







Para terminar: no es importante lo que yo diga, sino donde a ti te lleva lo que, en este caso, digo yo. Es tu casa. Tú mandas. ¡Ponle imaginación!





Ventanas cuya función
ha pasado a ser otra




viernes, 19 de junio de 2015

POR QUÉ LA HE ESCOGIDO





Por el efecto de ligereza.

Los muebles suspendidos parecen desafiar la fuerza de la gravedad. 

En la imagen reconozco el programa Vive, de Muebles Verge, un fabricante que ya he mencionado en otras ocasiones y con el que he venido trabajando (vaya por delante que no me llevo comisión por hacerle publicidad: es bueno, y no solo por sus fabricados que, por supuesto). Lo señalo porque la foto no es mía sino tomada en préstamo para contaros por qué me ha gustado.

Otro aspecto que favorece la levedad es que pavimento, mueble y pared frontal participan de la misma gama de color. Un pavimento de madera —que no hubiera sido difícil encontrarse—, habría "pesado" mucho más; además, es probable que su acabado no hubiese sido lo bastante igual al del mueble ni lo bastante distinto. El resultado no hubiera sido tan elegante.


Por el sutil juego de luces y sombras.

La luz deja ver los colores, da entidad a los objetos, los concreta. Las sombras, en cambio, ayudan a describir formas y contornos, a hacerlos sugerentes. ¿Por qué? Por sus matices misteriosos, por su transparencia fantasmal.
Imaginaos una peli en que luz y sombra se batieran en duelo por disputarse el papel principal, se machacaran y acabaran muertas en los primeros cinco minutos. Podría tener todos los efectos especiales del mundo pero no sería una peli buena.
La luz artificial es a la iluminación como las tramas a la ficción: hay que buscar un buen balance entre ambas, modular luces y sombras en función de necesidades y de las horas del día. Imprescindible un buen guion.


Por cómo se administran los colores protagonistas.

Beige, marrón-oscuro-casi-negro y, como contraste fuerte, el amarillo. Ese repunte de luz vivifica un conjunto que sin él quizá resultara demasiado neutro. 


Por incluir dos colores más. 

No es fácil hacerlo sin que la suma añada ruido: blanco —en primer plano— y marrón caramelo —mesa y estantes— son dos colores que casi ni se advierten. Técnicamente están muy bien administrados y, además... ¡qué importantes son los tonos medios por estar alejados de exageraciones y de falta de contención! Ya lo he dicho alguna vez: son mis favoritos.


Por la falta de pretensiones, o lo que es igual: por su sencillez.

Me encuentro con miles de fotos de decoración que son ostentosas y que, por lo mismo, me saturan. Sin duda es un defecto de mi gusto personal, pero no puedo con ellas. Conste que no hablo de barroquismo, que para mí, tiene su interés. Hablo de ponerse todo lo que hay en el joyero en un mismo día. Tremendo, ¿no? En esta foto que he escogido corre el aire. ¿Lo notáis?



sábado, 13 de junio de 2015

GUARDAR SECRETOS




Ropero victoriano. Lolo Morales




Hay un cuento de Edgar Allan Poe titulado El escarabajo de oro, y un poeta inmenso que nos hace revivir la apertura de un cofrecillo encontrado en él. Para empezar, las joyas que guarda no son joyas cualesquiera, ordinarias, anodinas, sino otra cosa: están inventariadas por él, un poeta entregado por completo al objeto que pretende comprender. "Nunca llegamos al fondo del cofrecillo", dirá. 



Cómoda de mongoy. Echkart Beger

Es metafísica, sí. Pero si no nos adentramos en la metafísica, ¿qué podemos contar de lo que nos rodea? Se queda todo tan frío, tan plano... La imaginación nunca dirá de sí misma "esto es así, tal cual, nada más que lo que veis delante de vuestros ojos". Por suerte, esa facultad del alma tampoco requiere de arduas comprobaciones científicas que corroboren lo que dice.



Adentrarse en el interior de un mueble requiere un oído fino, atento, capaz de entrever lo que está más allá del fondo. La dimensión de la intimidad es infinita. Lo que se oculta en un mueble, toda una manera de ser. 

A veces, el poeta tiene esa capacidad de prolongar al ebanista porque esa imaginación agudiza sus sentidos. Cuando el poeta cierra un mueble —o el cofre que se le ofrece— nos seduce con la idea de que hay en él una vida nocturna, oscura, callada.







¿Recordáis que en la película Toy Story cobran vida los muñecos en cuanto sus dueños salen de la habitación? A algo así debe referirse el poeta Jean Pierre Richard: "Cuando el mueble está cerrado, cuando el oído de los inoportunos está tapado por el sueño o colmado de ruidos exteriores, cuando el pensamiento de los hombres pesa sobre algún objeto positivo, entonces surgen extrañas escenas en el salón del mueble, algunos personajes insólitos por su aspecto y su tamaño salen de los pequeños espejos". 





Si alguna vez habéis abierto el cajón de una cómoda ajena y si vuestros ojos han estado atentos, habréis visto que hay algo más que ropa y cosas. Hay un adentro que aparece profanado, una intimidad guardada, un secreto que pertenece a otro y que, al veros, pareciera estremecerse. La intimidad: ese escondite de cada uno; aunque, ¿es una o son dos? ¿Hay una intimidad del humano y otra intimidad de la materia o es la misma? Quién sabe. Será preciso volver al terreno de lo imaginario o consultarlo con el poeta.




viernes, 5 de junio de 2015


ART DÉCO: UN MODESTO HOMENAJE

En la Fundación Juan March,
hasta el 28 de junio.




Reja Diana.
Hierro forjado y bronce patinado
Edgar William Brandt.
"Detestado, combatido y finalmente desterrado cuando era más temible, relegado al cajón de lo inútil, de la apariencia falsa, nos parece ahora, con la perspectiva del tiempo, que se ha convertido en algo inofensivo, revestido del prestigio de la nostalgia en un tiempo perdido y reencontrado".

Son palabras de François Mathey, comisaria de una importante muestra de Art déco organizada en 1966 en el Museo de las Artes Decorativas de París. La Fundación Juan March alberga otra muy interesante hasta este 28 de junio.

¡Qué mala prensa ha tenido el art déco! Se le ha tildado con todo tipo de adjetivos devaluatorios: marginal, irreconocible, falsario, vendido a la propaganda, simplista, ligado al consumismo... De acurdo: tal vez carece de la cosa sublime del Arte con mayúsculas y algo puede haber de cierto en cada crítica que se le hace, pero hay, de igual modo, mucho que reconocerle. En todo caso, no es objetivo de este blog entrar en análisis profundos ni mucho menos provocar debates. No es el lugar.





Madame Agnès.
Plata en gelatina con aplicaciones
de pan de oro y plata.

 



Os diré por qué me gusta: 1925 traza una línea divisoria entre dos maneras de vivir; una que se hereda, ligada a la revolución industrial y otra, disparada a un futuro incierto, prometedor y, sobre todo, distinto, alimentado por unas ganas locas de olvidarse de la guerra. La explosión de creatividad que comienza en esa fecha traza una línea, un antes y un después, en el modo de concebir las "artes decorativas". 
Quienes amamos la arquitectura, el diseño de interiores, el diseño gráfico, el cine, la pintura, la escultura... tenemos una deuda de gratitud impagable con él. Hasta la moda vivió un auge de euforia y exuberancia: vestidos rectos y planos y cuerpos más abstractos en una mujer que se atrevía a ser femenina de otra manera. Qué poquito le quedaba al charleston para llegar.







Roble, chapa de jacaranda, ébano, nácar y bronce.

Laca y cáscara de huevo pintada.

Gustave Miklos: una alfombra hecha de geometrías.
En alguna ocasión me inspiré en ella
para el diseño de una de las mías.


Piel marroquín, ébano y lino, en los silloncitos.
Arte africano, en el fondo.




Fernand Léger, Georges Valmier o Albert Gelizes
son algunos de los artistas representados.
La escultura de la derecha es de Jacques Lipchitz.






            Los libros: otro capítulo

Imprenta y encuadernación Brodard & Taupin, 1924.
Me puedo imaginar el impacto: ir por París y darse de bruces con una fachada de este porte...


Sin que se me note demasiado la pasión... Qué esmero, qué encuadernaciones, qué ejemplares de lujo y qué lujo de ejemplares —que tanto monta—. Las cubiertas son de piel gofrada, o lo que es igual, piel grabada a base de calor y humedad con bronces calientes y ejerciendo presión sobre ella. Los diseños, cuidados, sofisticados, elegantes, tanto en concepto como en factura. Impecable buen hacer.

Hay muchísimas cosas más ejecutadas con la savia del art déco —vasijas, bisutería, mosaicos, interiores, edificios— que me dejo fuera y que traeré en alguna futura entrega. Termino esta con algunas de las cubiertas que más me llamaron la atención.



Arriba: piel marroquín gofrada y dorada.
Abajo: ornamentación en lapislázuli.
Arriba y abajo, incrustaciones de nácar.