sábado, 13 de junio de 2015

GUARDAR SECRETOS




Ropero victoriano. Lolo Morales




Hay un cuento de Edgar Allan Poe titulado El escarabajo de oro, y un poeta inmenso que nos hace revivir la apertura de un cofrecillo encontrado en él. Para empezar, las joyas que guarda no son joyas cualesquiera, ordinarias, anodinas, sino otra cosa: están inventariadas por él, un poeta entregado por completo al objeto que pretende comprender. "Nunca llegamos al fondo del cofrecillo", dirá. 



Cómoda de mongoy. Echkart Beger

Es metafísica, sí. Pero si no nos adentramos en la metafísica, ¿qué podemos contar de lo que nos rodea? Se queda todo tan frío, tan plano... La imaginación nunca dirá de sí misma "esto es así, tal cual, nada más que lo que veis delante de vuestros ojos". Por suerte, esa facultad del alma tampoco requiere de arduas comprobaciones científicas que corroboren lo que dice.



Adentrarse en el interior de un mueble requiere un oído fino, atento, capaz de entrever lo que está más allá del fondo. La dimensión de la intimidad es infinita. Lo que se oculta en un mueble, toda una manera de ser. 

A veces, el poeta tiene esa capacidad de prolongar al ebanista porque esa imaginación agudiza sus sentidos. Cuando el poeta cierra un mueble —o el cofre que se le ofrece— nos seduce con la idea de que hay en él una vida nocturna, oscura, callada.







¿Recordáis que en la película Toy Story cobran vida los muñecos en cuanto sus dueños salen de la habitación? A algo así debe referirse el poeta Jean Pierre Richard: "Cuando el mueble está cerrado, cuando el oído de los inoportunos está tapado por el sueño o colmado de ruidos exteriores, cuando el pensamiento de los hombres pesa sobre algún objeto positivo, entonces surgen extrañas escenas en el salón del mueble, algunos personajes insólitos por su aspecto y su tamaño salen de los pequeños espejos". 





Si alguna vez habéis abierto el cajón de una cómoda ajena y si vuestros ojos han estado atentos, habréis visto que hay algo más que ropa y cosas. Hay un adentro que aparece profanado, una intimidad guardada, un secreto que pertenece a otro y que, al veros, pareciera estremecerse. La intimidad: ese escondite de cada uno; aunque, ¿es una o son dos? ¿Hay una intimidad del humano y otra intimidad de la materia o es la misma? Quién sabe. Será preciso volver al terreno de lo imaginario o consultarlo con el poeta.




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