viernes, 5 de junio de 2015


ART DÉCO: UN MODESTO HOMENAJE

En la Fundación Juan March,
hasta el 28 de junio.




Reja Diana.
Hierro forjado y bronce patinado
Edgar William Brandt.
"Detestado, combatido y finalmente desterrado cuando era más temible, relegado al cajón de lo inútil, de la apariencia falsa, nos parece ahora, con la perspectiva del tiempo, que se ha convertido en algo inofensivo, revestido del prestigio de la nostalgia en un tiempo perdido y reencontrado".

Son palabras de François Mathey, comisaria de una importante muestra de Art déco organizada en 1966 en el Museo de las Artes Decorativas de París. La Fundación Juan March alberga otra muy interesante hasta este 28 de junio.

¡Qué mala prensa ha tenido el art déco! Se le ha tildado con todo tipo de adjetivos devaluatorios: marginal, irreconocible, falsario, vendido a la propaganda, simplista, ligado al consumismo... De acurdo: tal vez carece de la cosa sublime del Arte con mayúsculas y algo puede haber de cierto en cada crítica que se le hace, pero hay, de igual modo, mucho que reconocerle. En todo caso, no es objetivo de este blog entrar en análisis profundos ni mucho menos provocar debates. No es el lugar.





Madame Agnès.
Plata en gelatina con aplicaciones
de pan de oro y plata.

 



Os diré por qué me gusta: 1925 traza una línea divisoria entre dos maneras de vivir; una que se hereda, ligada a la revolución industrial y otra, disparada a un futuro incierto, prometedor y, sobre todo, distinto, alimentado por unas ganas locas de olvidarse de la guerra. La explosión de creatividad que comienza en esa fecha traza una línea, un antes y un después, en el modo de concebir las "artes decorativas". 
Quienes amamos la arquitectura, el diseño de interiores, el diseño gráfico, el cine, la pintura, la escultura... tenemos una deuda de gratitud impagable con él. Hasta la moda vivió un auge de euforia y exuberancia: vestidos rectos y planos y cuerpos más abstractos en una mujer que se atrevía a ser femenina de otra manera. Qué poquito le quedaba al charleston para llegar.







Roble, chapa de jacaranda, ébano, nácar y bronce.

Laca y cáscara de huevo pintada.

Gustave Miklos: una alfombra hecha de geometrías.
En alguna ocasión me inspiré en ella
para el diseño de una de las mías.


Piel marroquín, ébano y lino, en los silloncitos.
Arte africano, en el fondo.




Fernand Léger, Georges Valmier o Albert Gelizes
son algunos de los artistas representados.
La escultura de la derecha es de Jacques Lipchitz.






            Los libros: otro capítulo

Imprenta y encuadernación Brodard & Taupin, 1924.
Me puedo imaginar el impacto: ir por París y darse de bruces con una fachada de este porte...


Sin que se me note demasiado la pasión... Qué esmero, qué encuadernaciones, qué ejemplares de lujo y qué lujo de ejemplares —que tanto monta—. Las cubiertas son de piel gofrada, o lo que es igual, piel grabada a base de calor y humedad con bronces calientes y ejerciendo presión sobre ella. Los diseños, cuidados, sofisticados, elegantes, tanto en concepto como en factura. Impecable buen hacer.

Hay muchísimas cosas más ejecutadas con la savia del art déco —vasijas, bisutería, mosaicos, interiores, edificios— que me dejo fuera y que traeré en alguna futura entrega. Termino esta con algunas de las cubiertas que más me llamaron la atención.



Arriba: piel marroquín gofrada y dorada.
Abajo: ornamentación en lapislázuli.
Arriba y abajo, incrustaciones de nácar.














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