viernes, 19 de diciembre de 2014

LO QUE ME INSPIRA LA NAVIDAD

Confieso que mi debilidad, más que las casas decoradas con mayor o menor delicadeza, son los paisajes nevados. La imagen de mi navidad ideal tiene una considerable capa de nieve, un fuego bajo y charlas en buena compañía.





Imágenes de Berussa




Imagen de Architecture & Design





De cualquier modo, con independencia de que el espíritu fraterno que se invoca por estas fechas esté más o menos presente, solemos hacer algo en la casa. La decoramos. Más o menos. Desde el árbol hasta el belén pasando por centros, bouquets, atrezo de todo tipo (manteles, piñas, velitas, bolitas, christmas). Algo hacemos. En estas latitudes, además, el clima frío y los paisajes grises parece que animan a seguir la tradición nórdica. 



Imagen de Westwing

Imagen de Neomad Interiorismo


Una cosa me espanta en general pero sobre todo en la decoración navideña: los excesos. Hay quien los practica como parte de su naturaleza y con tal frenesí que cuesta pensar que esté en su sano juicio. Hasta los telediarios les ceden espacio como si con el que acicalan no alcanzase; imágenes con miles de cachivaches en jardines y patios (calcetines, renos, trineos, papanoeles hinchables, estrellas, bolas, guirnaldas, espumillones, luces, nieve artificial...) que abarrotan y vuelven irrespirable el aire, creyendo seguramente que tal exceso representa mejor que nada el "espíritu de la navidad". 


Prefiero una pincelada, algo sencillamente evocador, cualquier minúsculo detalle a la profusión de objetos que no deja un hueco libre, a la necesidad de llenarlo todo que indica, como poco, desasosiego y, como mucho, hasta terror al vacío. Lo que en pintura se llama horror vacui.





Decía el pie de esta foto de La Bioguía que arte es un detalle hecho con amor. Digo yo: pongamos amor e imaginación, sensibilidad y respeto por los espacios también a la hora de decorar. Mejor de menos que de más





Metonimia es una figura literaria que consiste en tomar la parte por el todo. Es quizá lo que hacemos con la navidad. ¿No acabamos sustituyendo los sentimientos profundos (que elevan el ánimo y lo disponen para la fiesta) por sus exclusivas manifestaciones externas? Se me ocurre que es como si nos quedáramos con la cuna y abandonásemos al niño. 

Quizá me gustan los paisajes nevados porque me invitan a conectar con el silencio. El silencio me lleva a un lugar donde todo es posible y donde es posible, sobre todo, lo mejor para mí y lo mejor de mí que puedo dar; en realidad, ni siquiera se trata de estar juntos sino de estar unidos. Con independencia de lo que cada quien crea o deje de creer, es imprescindible conectar con ese latido, individual y colectivo, tan creativo como capaz de transformarlo todo. De ahí a la alegría, un paso. De ahí a rescatar al niño, nada.



Dejo escritos mis deseos, no vaya a ser que esa navidad con la que sueño me sueñe a su vez y se encuentre sin los apuntes.

¡Felices fiestas para todo el mundo!


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