viernes, 12 de diciembre de 2014

... "A CASA" DE JOSÉ SARAMAGO (3ª parte)



La fotografía que abre esta tercera y última entrega de A Casa pertenece la piscina que mandó construir "por prescripción facultativa". Es conocida esta ironía suya: "Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado a nadie que le diga a un deportista: tienes que leer". Podemos hacer mucho deporte, pero si la construcción mental y la reflexión no concurren en paralelo, acabamos reproduciendo los errores de siempre. Lúcida convicción.



El recinto que alberga la piscina queda delimitado por un pilar de piedra basáltica y dos líneas de paneles corredizos

Su mesa de trabajo en la biblioteca
Me gusta pensar que el colorido de esta alfombra lo confortaba tanto como su textura 


Pilar del Río, viuda militante en Saramago, fiel a esta costumbre de ofrecer café a todo visitante, cede A Casa en los períodos en que se ausenta para que el ritual reedite la memoria del hombre que le circula por las venas, en amorosa expresión suya. De no haber sabido esto creo que me hubiera negado a la visita. Una cosa es conocer un espacio destinado a preservar la obra de alguien y otra, los lugares en que haya transcurrido su vida privada, cuando su relevancia está precisamente en el legado escrito y no en aspectos relacionados con la estética (caso de César Manrique, por ejemplo). Me hubiera parecido morboso. Ahora bien, siendo como fue en vida suya una casa abierta al mundo, sólo faltó compartir el café con él. 

               
                Dos sobrecitos de azúcar...
... con sendas citas de Saramago

Para terminar, algunos detalles que me interesaron de modo particular:


En el centro de la biblioteca, un guiño dedicado tal vez a su libro Claraboya "perdido y hallado en el tiempo"

También hay un lugar para los libros en el pasillo de la casa

Dormitorio: se acaba el día, se acaba la vida

Reloj parado a las cuatro






Las cuatro de la tarde: hora que debían registrar todos los relojes de la casa por expreso deseo suyo. Hora en que
Pilar y él se conocieron.




Obsequio de Emilio Aragón exhibido en una pared de la cocina para ser visto justo al entrar 

Fue una visita emotiva e instructiva, no ya a la casa del Nobel sino a la del hombre bueno que supo hacer de ella un compendio de ética y estética, como señalaba su propia e íntima exigencia, como sería deseable que lo hiciera el rumbo de cada vida... 

Entre tanto, la historia continúa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario