viernes, 13 de marzo de 2015

LA BUENA LUZ (I)

—¿Qué es buena luz?
—Es la adecuada a cada necesidad y momento. No es mucha ni es poca. Es la justa.
—¿Qué hay que hacer para lograrlo? 
—Planificarla. 
—¿Por dónde se empieza? 
—Por evaluar la cantidad de luz natural y la cantidad de aberturas que tiene un determinado espacio. Las condiciones geográficas sientan precedentes inamovibles: un lugar que da a norte lleva aparejadas demandas distintas que otro que da a sur. También los vanos por donde se filtra la luz obedecen a estructuras que, salvo excepciones, no podemos mover: suelen ser prerrogativa casi exclusiva del constructor.






Efectivamente, puertas y ventanas —su tamaño y disposición— determinan en buena medida la cantidad de luz natural de un interior. En este sentido, podemos señalar lo siguiente:








Las ventanas altas ofrecen menor intensidad de luz a cambio de mayor uniformidad.












Una ventana centrada repartirá mejor la luz que dos ventanas laterales pero solo podemos valorar qué es mejor si tomamos en cuenta la orientación geográfica. A veces interesa limitar el flujo de luz. 


 


En ocasiones se da el caso de un salón con buena iluminación natural y una cocina en la que sucede todo lo contrario. Una solución consiste en aunar ambas piezas eliminando barreras arquitectónicas que impiden a la luz fluir sin impedimentos.



Otro recurso excelente para dar paso a la máxima cantidad de luz natural son las puerta-ventanas correderas. Conviene mantener despejada el área para no limitar dicho flujo y evitar plantas u otros objetos ornamentales que pudieran entorpecer su aprovechamiento.



También puertas correderas y mamparas acristaladas son una fórmula útil de evitar poner obstáculos al paso de la luz natural. 




Iremos viendo qué papel juega la luz en la decoración, de qué modo "nos habla" y qué criterio seguir para la elección de lámparas.







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