viernes, 20 de noviembre de 2015





UN PUEBLO DEVASTADO


... que más parece el escenario de una peli que los restos de un pueblo de verdad. 

Ojalá hubiera sido un decorado. 

Belchite es un viaje al horror, una visita que no deja indiferente. Había oído hablar de él como "pueblo abandonado", producto de una huida y de una batalla que lleva su nombre. Clamorosa ignorancia por mi parte, aunque no sé si me sirve de mucho haber conocido el detalle.


Que si comenzaron los unos, que si los otros se lo pusieron a tiro, total, que en medio de un calor abrasador —del 24 de agosto al 6 de septiembre de 1937— los lugareños y sus atacantes se batieron en casas y calles hasta dejar un reguero de miles de cadáveres y toneladas de escombro. Sobrecogedor y espeluznante.

Hoy quedan en pie esqueletos de edificios que dan cuenta de su reciedumbre original y buena construcción, aunque las fachadas lo cuentan entre desconchones y agujeros de metralla. Conste que no es así como quedó el pueblo (dos batallas en poco tiempo) sino que a lo perpetrado por la masacre se fue sumando el paso del tiempo, la prohibición oficial de restaurar nada de nada, y el vandalismo —se llevaron vigas, azulejos, balaustres, ladrillos—. En 1954 Franco inauguró el nuevo Belchite. Los belchitanos que no emigraron tuvieron que trasladarse a un pueblo "malo, feo, triste", como lo describió Jose Antonio Labordeta. Y sin embargo, Belchite sigue teniendo un inmenso valor histórico y estético, aunque verlo así inevitablemente indigna y consterna. 



Interior de la iglesia de
San Martín.


El pueblo, efectivamente, no se reconstruyó tras la guerra, a pesar de la promesa de Franco —de la que se desdijo— y se mantiene como como muestra palpable de lo que puede llegar a ser una batalla.



La torre del reloj
de estilo mudéjar.

Iglesia de San Martín, en la
zona del Calvario, de estilo

gótico mudéjar.

Grabado por un descendiente
en la puerta en ruinas de
la iglesia de San Martín.



Iglesia de San Agustín, de 
tapial y adobe, 
de barroco y mudéjar.
Aquí se rodaron escenas de
El laberinto del fauno, 
Ay, Carmela o 
El Barón Munchausen
y un vídeoclip de 
Mónica Naranjo.





Interior de la iglesia de
San Martín.



Ganó el bando nacional. El  recuento arrojó unos 6.000 cadáveres. Como premio, se ganó la indiferencia de la Administración que de no remediarse acabará con su total desaparición.

De uno de los supervivientes cuentan que decía: "Lo único bueno de la guerra, que no os toque vivirla".


Que no nos toque y que podamos sacar conclusiones de las vividas por otros, que no siempre tenemos claras. Hemos visto tantas en nuestras pantallas que hasta les hemos tomado costumbre a fuerza de omnipresentes. No tienen la dimensión trágica y aborrecible que deberían.
Bien valdría si hubiéramos aprendido ya a resolver nuestros conflictos sin violencia, si fuéramos más dialogantes, más capaces de aproximarnos y de hacer acuerdos para solventar nuestras diferencias.


También coincidía con el viejo superviviente 
Pepe Mújica, presidente de Uruguay: "Que las 
nuevas generaciones aprendan de nuestros errores y
cometan los de su tiempo, no los nuestros".

Pero me temo que son necesarias todavía muchas 
respuestas individuales antes de que podamos 
responder de forma colectiva y definitiva.



Cañón junto al arco
de la villa.






Medallón en la parte inferior
de una cúpula desaparecida.







  
Arco de la villa.
En esta casa
cantó Labordeta .

Ha pasado una semana desde lo de París. No sé si hacemos suficiente autocrítica o esperamos que sean solo otros quienes la hagan. Si nos mantenemos a la defensiva, sintiéndonos solo víctimas, seguiremos con estos mismos discursos por mucho tiempo. 

Solo si renunciamos a saberlo todo, a tener todas las respuestas y todas las ventajas, renunciamos al conflicto. En ese mismo instante estamos parando la guerra.

La tolerancia empieza en casa, continua en la escuela y después se abre a la comunidad y al país. Nosotros creamos el mundo. 



Plaza de San Martín de Tours, y fuente de la que cogían agua las
mozas casaderas y a la que regresaban si habían visto
algún mozo guapo, tras vaciar el cántaro
poco después de haberlo llenado.



   
Exterior y portón de entrada al
Viejo Belchite. El ladrillo es el
principal material de los edificios
y el mudéjar su estilo predominante.





Dos cositas para terminar; una cita de mi admirado Galeano que viene a cuento:




Y el enlace en el que Labordeta habla de la noche que cantó en Belchite y que pone un guiño de humor. Aun en medio de la mayor desgracia, puede haber instantes para la risa:



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