sábado, 14 de noviembre de 2015

A VECES NO TENGO GANAS

Cierto. 
A veces no tengo ganas de escribir. 
A veces, en este mundo nuestro, pasan cosas terribles.
Y me paro. 
Después, recuerdo que hay algo poderoso que me invita a seguir. 
Y vuelvo.
Porque hay algo en todas las conversaciones que hemos tenido.
Algo en mi pasado. 
En mis desórdenes. 
En lo que espero de vosotros, quizá en lo que esperáis de mí.
En todo lo que pasa, en lo que nos pasa. 





Creo que es
un juego lleno de retos, oportunidades y peligros que me invita a buscar lo nuevo,
cuyo resultado dependerá mucho de cómo decida comunicarme. Con vosotros. Con todo.

Si me conecto, puedo llegar a ver el infinito, un universo vibrante en cada cosa, en cada uno de vosotros. En mí misma. En mi conexión con todo.
Un juego que me invita a descubrir un orden nuevo.

Pero no siempre estoy conectada. 
A veces soy solo una pobre gallina asustada.
Sobre todo, cuando pasan esas cosas terribles ahí afuera.
Entonces cojo un libro. (Los libros están unidos a mi destino).
Y leo,
y encuentro historias cargadas de significado,
que me devuelven a casa, al delicado equilibrio de orden y caos que soy.
No puedo evitarlo: todo lo bueno me conmueve, me sacude, me anima a soltar el miedo.





Y me acuerdo de que quiero conservar mis referencias, 
de que había hablado de cuidaros, de no dejarme abatir por las inercias. 

Y en algún punto, algo o alguien
me recuerda que vine para volar.

Y vuelvo a ser águila y a despertar de mi sueño,
a dejar nacer el sol en mis adentros,
y a levantar mi vuelo. 

Entonces regreso.

Entonces todo me pesa menos.






9 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Como eso que llevas contigo. Creo que no tengo que darte pistas.

      Eliminar

  2. Ese vuelo de voy y vuelvo , en el que estamos tod@s.

    ResponderEliminar
  3. Indagando encontré esta joya y me la agrego a mi blog para no perderla.
    Gracias por todo.
    Besos
    Eva Trigo

    ResponderEliminar
  4. Hola, Eva-Etcétera (o viceversa, que no sé...): quizá es momento de decir que solo una joya reconoce a otra, como solo un sapo reconoce a otro sapo, una rosa reconoce a otra rosa... ¡Gracias! Un abrazo.

    ResponderEliminar